miércoles 10 de septiembre del 2025
06:37:45 pm

Edadismo

Por Andrés García

Un fenómeno cultural, que en ocasiones suele estar camuflado bajo el empleo inadecuado del lenguaje, el uso de chistes y bromas, se ha instalado en la sociedad, discriminando a las personas que se hacen mayores. Esta forma de exclusión se conoce bajo el término de Edadismo y es una práctica perversa que excluye a las personas por cuestión de edad. En otras palabras, en occidente hacerse mayor pareciera ser un pecado o, peor aún, un grave delito. Absurdo.

El conjunto de estereotipos y prejuicios invisibiliza a un importantísimo grupo poblacional, cuyo potencial no solo se soporta sobre la base del conocimiento sino igualmente a través de una de las principales maestras de la existencia: La Experiencia. La Organización Mundial de la Salud, OMS, por medio de su programa  “Combatting Ageism” realiza campañas en el mundo a fin de impedir que esta conducta social, cuya nefasta práctica pareciera presentar una mayor tendencia por parte de la población joven, continúe arbitrariamente imponiendo obstáculos en el segmento adulto, con sus respectivas consecuencias para la salud física y mental. 194 estados miembros así lo ratifican.

Pero, ¿Cuál es la narrativa cultural existente, frente al hecho de hacerse mayor? ¿Es el envejecimiento una condición per se que inhabilita a la persona, por el simple y natural hecho de cumplir años? ¿Tiene acaso más derecho a las oportunidades una persona por el solo hecho de ser joven? ¿Es la juventud una virtud? ¿Por qué no se hacen chistes acerca de la juventud y en cambio si pululan chanzas alrededor de los mayores? Lo más grave, algunas de estas son promovidas e impulsadas por las mismas personas longevas, acrecentando una brecha cultural que se traduce en exclusión, descalificación, segmentación, burla, intolerancia, irrespeto, segregación, maltrato psicológico, falta de oportunidades laborales, etc. Esto amerita una reflexión cultural.

¡El mundo es para todas las edades! Ninguna tiene por qué descalificar a la otra, ni en razón a su juventud y menos a su adultez. El diálogo intergeneracional respetuoso, no solo es necesario. Es la gran oportunidad que la vida nos plantea, para efectos de generar intercambio de experiencias, aprendizajes continuos, evolución humana. Cuidar la manera como nos referimos a las personas mayores, es un gesto de humanidad que contribuye a anular el estigma cultural que sobre la edad, la misma sociedad ha impuesto. La naturaleza es sabia. Desconocer su proceso es atentar en contra de lo biológico, de todo principio de vida.

Personalmente no le temo a hacerme mayor. Esa batalla ya la gané. Por el contrario, he encontrado belleza en el proceso de la adultez. Me atrapa más una personalidad madura, anisada, con contenido, diálogo profundo, experiencia, silencios cómplices y aportes constructivos, que una personalidad fachada, volátil, insegura, inexperta. Juventud no necesariamente es sinónimo de buenas ideas, salud y belleza, así como hacerse mayor no necesariamente es sinónimo de enfermedad, decrepitud o fealdad.

Cuando alguien, buenamente, me dice: “Lo veo cansado”, amablemente le contesto: “Me siento divinamente. Mejor que antes. Solo que ya no soy el joven de hace 20 años”, menos mal. Director de Cultura de Risaralda.